sábado, 10 de marzo de 2018

Música de las Esferas

"Una vez más, evocamos a los antiguos, que hace más de dos mil años hablaron de "la música de las esferas".

Fue Pitágoras el primero en afirmar que cada esfera celeste produce el sonido de un proyectil al cortar el aire. Todos esos sonidos se combinaban, según el filósofo, en una armonía formidable no perceptible para el oído humano.

Platón declaró, luego, que los astros ejecutan la mejor de las canciones, y tiempo después, el filósofo romano Cicerón (100 a.C) imaginó a un hombre viajando, en sueños, al espacio exterior y extasiándose con los sonidos que se originaban en las órbitas celestes.
En el Renacimiento, Kepler, astrónomo nacido en 1571, sostuvo que los planetas emiten sonidos, más o menos agudos según sean mayores o menores sus velocidades, y hasta compuso seis melodías que se correspondían con los seis planetas del sistema solar conocidos hasta entonces.
La combinación de estas melodías generaba distintos acordes, uno de los cuales daba el sonido que produjo el universo en su comienzo, y otro, el sonido que emitirá el universo en su música final.
En el siglo XX, el compositor inglés Gustav Holst escribió una música para los planetas de nuestro sistema.

Hoy la astrofísica, para describir las energías del universo, habla de "frecuencias", "resonancias", "vibraciones" y de "análisis armónico".
Vale recordar que en 1998 la NASA envió un satélite al espacio, el Transition Region and Coronal Explorer, que encontró evidencias de música cósmica originada en los cuerpos celestes.
Según este descubrimiento, la tradicional "música de las esferas" consiste en un ultrasonido solar que interpreta una partitura formada por ondas 300 veces más profundas que el sonido de las más profundas vibraciones audibles para el oído humano, con una frecuencia de 100 milihertz en períodos de 10 segundos.
Es curioso notar que así como Pitágoras comparó al sonido celestial con el que hace un proyectil a su paso, Platón, en su libro República, comparó esa música estelar con ocho sirenas que lanzaban al cosmos su estridente voz en un mismo tono, agudísimo y admirable.

Los antiguos, por tanto, tal vez no eran tan ignorantes como algunos todavía suponen.

(Fragmento de una Nota del Diario La Nación 9 de abril de 2016)



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